yo era muy fan de la estufa de queroseno, porque era el único espacio donde se me calentaban los pies, helados por el ambiente frío de la cabaña. bueno, en realidad, me daba un poco de rabia, porque justo enfrente teníamos una estufa de leña apagada, que hubiese calentado mucho más: mis pies, mi nariz y todo el espacio en general. y porque, además, me gusta bastante el ruido de la leña crujiendo entre llamas. y, sobretodo, también me gusta bastante que me toquen el pelo suavemente mientras miro sin mirar las partículas de polvo que flotan en el aire y suena en aleatorio andrés calamaro.
pero lo que más me gustó fue la soledad del salón, mientras escribía cosas sin sentido en boli rojo, con la cabeza lejos y la luz verde latiendo rápido. quizás por una sonrisa con los ojos o quizás por un tatuaje feo que todavía no conocía.
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