La forma en que paseas

María vive en el Albaicín y yo llego al barrio a media tarde tarde. En realidad, estoy harta de gente y quizás esa zona tampoco sea la mejor idea, pero qué le vamos a hacer. De hecho, estoy TAN han harta de multitudes, que me ha parecido que la Alhambra era meh.

Pues luego, está María, con quien me pasa esa cosa que parece que nos conozcamos desde siempre y sólo acaba de llegar, pero nos contamos la vida con todo lujo de detalles y nos entendemos. Simple. Y compartir, habíamos compartido cuatro días. En plan cuatro días exactos, que los contamos.

Pero salgo del callejón y me abre la puerta y dice que es como medio milagroso que esté allí. Y sí: estoy. Luego o el día siguiente paseamos. El Albaicín es precioso, a la vez que difícil de andar cuando estás cansada, con que yo andaba lenta, lenta. Y María me dice que le encanta la forma en que paseo: así como poco a poco, como sin prisa, como sin día, sin hora y ya veremos.

Yo me pongo a pensar que ojalá pudiera caminar siempre de ese modo, pero que las cosas no siempre son de una manera u otra, que descubrir y entender que no todo es blanco o negro es el mayor logro de mi vida. Y que hoy sigo andando lenta, que eso es lo que siento, mañana veremos. Porqué anteayer andaba rápido para que no terminara la hora del parquímetro y qué haré por la tarde todavía es un misterio. Quizás me quedo quieta para que nadie me escuche, vamos a ver.

En todo caso, cada momento tiene su ritmo y, a pesar que en días como hoy me cuesta entender que, a veces, hay que poner pausa, sé que lo andado siempre merece la pena. Incluso cuando hay que deshacer camino o cuando las zarzas te han rajado todos los tobillos.

Mira, hoy sigo caminando con las huellas de lo que he sido a mis espaldas. No las puedo borrar, pero sí decidir cómo serán las que pise de ahora en adelante. Y, con pocas dudas, me parece que sé la dirección.

Comentaris

Deixa un comentari

L’adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *