que si se estrella el avión sea de vuelta.
que mientras pierda altura a gran velocidad, no se me pase por la mente nada más que lo vivido y lo sentido. sus rostros, sus miradas. esos abrazos que todavía siento en mi piel. los de aquí, los de allá…
que si se estrella el avión sea de vuelta. de vuelta de la vida, y que no me quede nada por hacer. que se me escape una breve sonrisa sincera entre el pánico incontrolable de mi cuerpo, pensando en que soy inmensamente feliz.
que si se estrella el avión sea de vuelta, con esa sensación de no haber dejado ningún cabo suelto, de haber reído con ganas y de haber peleado con el corazón. de haber amado y de sentirme amada. de no haberme sentido ni productiva ni útil, sino intensamente viva, porque para eso llegamos al mundo.
y de pensar que lo(s) que dejé, va(n) a poder seguir sin mí, solamente con la certeza de que me fui feliz de haber compartido, en algún momento, un instante con ellos. de agarrar la mano del de al lado e intercambiar alguna mirada cómplice.
y ver, una vez más, estallar la vida.
Día 54 a.M. (antes de Managua)
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