Categoria: Totes les entrades

  • de melilla a almería: no soy racista (PERO)

    – Eres un poco rara. No en plan mal. Digo que para ser piel pálida, quizás eres menos racista de lo que pensaba.

    Era de noche y salíamos de Roquetas, camino Almería. Quizás en otro momento te habría creído, pero no entonces: me había dado cuenta en demasiadas ocasiones que el tema del racismo no era ajeno a mí. Que mi vida se encontraba demasiadas veces frente al racismo, día tras día. Y no como observadora externa, pues era agente activo, ente pensante, mente inevitablemente racista.

    Muchas veces me preguntaba el por qué de las actitudes machistas por parte de personas que yo consideraba próximas a mí, informadas sobre el tema, consecuentes en sus ideales… Y, en esta ocasión, se me arrojaban miles y miles de respuestas: si yo, con mis experiencias, mis vivencias y mis conocimientos no conseguía alejarme del racismo, de las actitudes abiertamente discriminadoras y de los pensamientos que beben puramente de los estereotipos y las etiquetas, ¿cómo lo iban a hacer las personas que no habían conocido como yo, esa realidad tan cercana?

    Entonces entendí que, de la misma forma que yo me sentí allí, atrapada en medio de una realidad racializada sin poder librarme de algunas concepciones que seguían escondidas muy en el fondo de mi universo, hay demasiadas personas que no consiguen ponerse, por un momento del lado de aquellas que, todavía, siguen en una posición de opresión.

    Y ahora digo…

    …yo, la antirracista, que, cuando se me escapaba el ferry, agradecí la actitud racista de la mujer en taquilla, que prefirió atenderme a mí, mujer blanca con pasaporte granate, que a tres hombres que estaban delante mío con pasaporte verde, al grito maleducado de “¡se han colado, primero estaba ella!”. Y asentí, y conseguí mi pase. Ellos no.

    …yo, la antirracista, que subí al ferry y, ante la imagen de dos magrebíes discutiendo acaloradamente pensé muy flojito “joder, todos los moros igual, siempre al lío”. Y luego ante la actitud tajante y (pseudo)violenta del segurata pensé más flojito todavía “debe estar hasta los cojones”. Y mi voz racional me dijo “oye, pues quizás no, quizás imbéciles hay en todos lados, quizás el más imbécil ahí era el segurata o quizás no, o quizás se encontraron dos personas de sangre caliente, que anda que no hay encontronazos así entre españoles de pura cepa o entre catalanes antifascistas en situaciones de tensión”. Pero lo primero, ya lo había pensado.

    …yo, la antirracista, que esperando en una cola para un control policial, se me acercó demasiado un hombre de aspecto árabe, cargado con dos bolsas y pensé “joder el puto hombre, ¿que no sabe que todos tenemos un espacio vital? Que no se me acerque tanto, hostia. Seguro que se quiere colar, joder con los moros”. No se coló, no me dijo nada, no me tocó: quizás simplemente su espacio vital era menos amplio que el mío, que, en verdad, tampoco es muy difícil.

    …yo, la antirracista, que en el ferry estando pensé “menos mal que soy blanca, que soy mujer y que soy europea, menos mal que ante cualquier incidente – llámalo naufragio, llámalo atentado – seré la primera en ser rescatada por delante un ciudadano de cualquier país que esté dentro de los límites de Schengen o algo así”. (Y supongo que nunca nadie ha pensando en el tema atentado en un medio de transporte lleno de musulmanes. Nadie.)

    …yo, la antirracista, que cuando me sentí sola cargué contra los africanos que siempre van a su rollo, que por mucha nacionalidad y mucho pasaporte español que tengan, la esencia negra siempre está allí. Cargué, por mis adentros, contra ese andar sobre la marcha, contra ese vivir el momento, contra ese tomárselo todo a la ligera: ¡malditos africanos y su naturaleza! Porque… ¿no será ESA persona en ESE determinado momento? Nada, mejor cagarse en todas las personas nacidas en un continente entero: más fácil, más aliviador para mi espíritu.

    …yo, la antirracista, que odié el clima y la vivencia de hermandad, de comunidad, de ayuda mutua que me demostraron los africanos, simplemente porque mi modo de vida, mi forma de existir no congeniaba con eso en ese determinado momento. Yo que grité y lloré, por puro egoísmo y pura falta de atención a mi persona, porque él, negro, no prestó toda la atención que yo creía que necesitaba o merecía.

    Y luego me pregunto por qué hay todavía personas machistas que se creen según qué discurso, que no ven que la lucha feminista está en el primer punto del orden del día y que las mujeres vivimos oprimidas en el día a día. Luego me pregunto por qué los hombres no deben encabezar y/o participar en la cara visible de las acciones y las luchas feministas, por qué nos encontramos en medio de acciones no mixtas, en las cuales sólo el oprimido lidera la lucha. 

    Pues mierda.

    Hoy me he visto en ese lado opresor. Hoy me he sentido opresora. Hoy he visto la lucha de la minoría situada entre la mayoría. Y veo, sin duda, que estamos día a día acusando, perpetuando etiquetas, quejándonos de lo personal como si fuera colectivo, echando mierda sobre uno con la excusa que es lo de todos, interpretando símbolos culturales como amenazas a nuestra existencia blanca y privilegiada. Hoy vi que podemos estar allí, apoyando y trabajando en nuestros esquemas mentales pero que, aun con eso, nuestro esquema racista está tan arraigado por dentro y por fuera, que cuesta infinito luchar de forma efectiva contra eso des de nuestras pieles.

    Hoy votaré. En clave feminista, como mujer que vivo en este sistema heteropatriarcal de mierda, donde se me oprime: a mí, a mi hermana, a mi madre, a mi amiga y a todas las personas con quién comparto este barco.

    Pero hoy también votaré, en clave antirracista, como persona que ha estado educada en un sistema racista y xenófobo, en el que me incluyo, mucho a mi pesar, donde no es suficiente decir “no soy racista porque tengo un amigo negro”: tengo, tenemos romper con esos moldes instalados en nuestras mentes que todavía nos permiten pensar que los moros esto, los negros eso y los asiáticos lo otro.

    ¡Vamos allá!

     

  • jo vull ser Suïssa

    Ella és una mica atabalada, que no atabalant. No pot sofrir fer tard i la preocupa – en excés – que els plans es desviïn d’allò pensat. És mig discreta, fins que la realitat l’interpel·la amb les seves contradiccions. O fins que les seves passions es posen al centre de la conversa: aleshores li brillen els ulls explicant el so d’un traverso o l’amor despreocupat o les turbulències d’un avió desafortunat. És quadrada i estructurada, fins que comença a ser música i dibuix i pintura: aleshores, les línies rectes canvien a corbes perfectament irregulars i colors sobre un fons aparentment negre. Ella és distant i mig freda, fins que la seva mirada diu que està bé amb mi, fins que els seus comiats curts i poc dramàtics no deixen de ser un “fins aviat” o “fins sempre, amiga” i ja està. Tan simple, tan senzill que m’agrada i em fa feliç.

    I ell… ell és un caos i un desordre que dorm al sofà perquè jo pugui descansar bé. Ell és divertit, atent, curiós. No té oïda – diu – però té ritme i creativitat constant. Ell és crítica, reflexió, a la recerca de ser conseqüent en un món hipòcrita. Ell és qui surt a ballar quan tothom escolta en silenci, immòbil, la música. Ell és – segurament – l’únic que pot dir que Le Grand Macabre és increïble i que no et faci pensar que és un maleït pedant. O – probablement – l’únic que sap llençar triples i guanyar els tres punts sense ni tant sols encistellar.

    I ell parla un català xapusser i despreocupat en què la mitat de paraules són inventades. Però que si n’hi ha una que sap dir bé, amb tot el significat del món és t’estimo. 

    Perquè ella és guai i increïble i lluitadora i guapa i tot això. I jo, quan em creuo amb algú així per la vida, només puc fer que donar gràcies a l’univers perquè l’hagi fet coincidir en el camí amb algú com ell. Que si per separat són aquell jugador estrella, el que fa guanyar el partit amb un gol in extremis als darrers minuts del temps afegit, junts són el millor equip del planeta, aquell que s’emporta la victòria per golejada des del minut u.

    I, per sort, la meva, que de totes les casualitats boniques, m’ha tocat viure aquest cap de setmana fugaç amb elles.

  • Mi desequilibrio con el desequilibrado. PARTE TRES

    Y ya fue, y ya se cierra el círculo. Vuelvo a una situación de quietud incomoda en medio del balancín, para que no se vaya para ningún lado. Lo que yo llamo el equilibrio, vaya: un lugar finito en el espacio y en el tiempo, donde intentas que nada se vaya a la mierda, excepto tu maldita vida.

    Mi desequilibrio con el desequilibrado se evaporó como el agua del arroz que, a la que te descuidas dos segundos y medio, sube con la espuma y se cae sobre la vitrocerámica; estalla con un ruido estrepitoso al chocar con la superficie caliente y bomba de humo. Y si te he visto no me acuerdo.

    En fin, que hasta nuevo aviso ando aburrida y estable, y mi gran entretenimiento es mirar mal a la mujer que vive conmigo cuando me dice que soy un caos.

    THE END.

  • Mi desequilibrio con el desequilibrado. PARTE DOS

    El caso es que, cuando estás en la pubertad, todo lo raro te da risa. En realidad no da risa, te ríes como diciendo “ése lo tiene más jodido que yo”, ahí uniéndote a la masa de gente que sobrevive a unas jerarquías invisibles que nadie sabe de dónde surgen, pero que todo el mundo respeta.

    Pero, precisamente, lo raro es lo único que sobrevive a la vocación indudable del adolescente de ser igual que los demás, de no salirse del patrón. Y, aun que haya alguno que vaya como de auténtico por la vida, la realidad es que sólo suelen ser auténticos los bichos raros. Nos gusta ser diferentes, únicos, pero no marginados, así que nos limitamos a comentar de forma explícita lo interesantemente peculiares que somos, pero sin pasarnos en lo implícito, no vaya a ser que nos quedemos fuera de las normas y las convenciones sociales. Que luego apáñate tu solita con tu hormonas.

    Luego te haces un poco mayor, o algo así, y un día te encuentras de fiesta ese chico que se sentaba en un rincón en clase. Del que todo el mundo hacía como que era una silla más. Del que la gente se reía con lo pasivo que era ante la maravillosa vida a los dieciséis. En realidad, ahora es igualito que antes, pero tu te crees que ya eres algo más madura y te viene a la mente el consejo de Manel, que cantaba decididamente que los guapos son los raros, ya por aquel entonces. Y piensas que nosotras ya la cantábamos también, pero sin pasarse con la convicción de las palabras.

    En ese momento te das cuenta que, acostumbrada a lo normal cada puto día de la vida, lo raro ya no da tanta risa: ahora es atractivo, moderno, estimulante, gracioso, hipnótico. Y tu eres imbécil, vaya. Y el equilibrio del universo o de la vida o del día a día está bien, pero el desequilibrado ese te da como un noséqué que, pensándolo fríamente, este puto caos no lo arregla ni la Marie Kondo.

  • Mi desequilibrio con el desequilibrado. PARTE UNO

    Tengo tanto equilibrio que, a veces, no me sostengo en pie y me tropiezo con mi sombra sin ningún gintonic en el cuerpo. A veces ando por la calle siguiendo líneas imaginarias, de las que sólo existen en mi cabeza, y, aun así, me caigo de ellas. Pero emocionalmente, sí tengo equilibrio.

    Bueno, a veces no, porque me da el pronto y me obsesiono, río, lloro, grito, me encierro en mi cueva y salgo a ver el sol en cuestión de minutos. Y luego me río otra vez porque lo del equilibrio está sobrevalorado y me doy risa.

    Lo que pasa es que, habitualmente, me relaciono con gente estable y racional, que para dramaQueen en mi vida, pues ya estoy yo. Y eso me limita un poco cuando quiero montar un pitote. Un poco, dije.

    Pero a veces se me cruza por delante en la vida gente todavía más desequilibrada que yo, gente que ni me frena, ni me anima,  ni me cuida, ni me jode y empieza a orbitar cual satélite natural alrededor de mi cabeza, por los siglos de los siglos amén.

  • el dos mil divuit

    any increïble. muntanya russa de gener a desembre.

    acaba el disset sortint de perpinyà veient el sol a estones, podrint-nos de fred d’altres i sembla un presagi del que serà l’any que comencem.

    dius que no m’inspires, però ets arrels, casa, refugi i m’agrada començar el dos mil divuit al teu costat, amb tu. encara que rondinis i em deixis en visto quan et parlo cara a cara i siguis tan científic que no em deixes alterar-me en plena llibertat. m’agrada saber que el divuit l’acabaré al mateix lloc que el vam començar, i també m’agrada saber que segur que ens acabarem picant un moment o altre abans que s’acabi, i queden menys de vint-i-quatre hores. i em cauràs fatal i la comèdia de sempre.

    un dos mil divuit de geners freds decidint sortir del niu amb l’estranya sensació de marxar per no tornar. de mirar pisos, de sentir-nos decepcionades, de sentir-nos enganyades. de sentir que era aquell: de trobar-lo, d’abraçar-nos amb la complicitat de qui engegar alguna cosa grossa juntes.

    d’obrir la porta al febrer i descobrir-vos a tots a la casa, a la nova casa i saber-vos a prop, com sempre, als de sempre. d’entrar als vint-i-cinc i sentir-me gran, també sentint-me creixent. d’aquell missatge surrealista i sorprenent que, al brasil devia ser en dia catorze, però aquí ja era dia quinze i no vaig sabervoler acceptar.

    de la nit a la mussara quan encara et sentia còmplice i a prop i de com vas agafar-ho tot i ho vas engegar a la merda.

    de l’any a la feina, de responsabilitats i d’èxits previs a setmana santa. d’aprendre-me’ls a reconèixer, més enllà de l’altra gent. de més hores, de més estrès, de col·lapse. i d’aire.

    de aire en forma de ceuta, de san antonio y de todas esas personas con quien compartí. de sentir que ALLÍ es donde debía estar en ese justo instante. de sentirme increíble, increíblemente increíble. de almería de nuevo, de esa plaza andalucía solitaria de noche y mi piel erizada. como volver al inicio de mi vida y compartir ese día con él. y llorar en el avión sin saber muy bien si era alegría o pena.

    i tornar carregada de vida i carregada de feina, de colònies, de pors i d’il·lusions perquè, ara sí, volo sola i ja no et tinc a la recàmera per si passa res. però queda molt.

    abans em punxen al braç i se m’infla tot i tinc por i tinc pastilles i tinc més por i no sé com posar-m’hi perquè em sento tirant a sola i, aquest cop, no he triat estar-ho. al final, no ha estat tan greu, tot plegat: puc riure desitjant haver nascut al romanticisme per poder-me morir de tuberculosi de forma dramàtica.

    els veig graduant-se i aconsegueixo una foto meravellosa amb ell, que ens encanta. i em veig orgullosa perquè la graduació és magnífica però veure el vostre compromís i el fruit que dóna tot plegat ,és de les millors coses que, encara avui, em passen a la vida. sóc feliç.

    i el disset de juny fatídic arriba, perquè quan un missatge està massa ple de “peròs” és que alguna cosa falla i una caiguda tonta en bici ens recorda que som massa fràgils i que quan a la tele surt que un de cada tres tindrà càncer no és una puta broma. i que quan truca a la porta a cara descoberta, fa un mal que s’arrapa fort i no acaba de marxar mai.

    un juny on ella és llum i m’ho recorda i, de nou, dóna color amb els seus mitjons a uns dies que, a estones, em semblen mig grisos. i aquella abraçada, en aquell moment que és nostre i ningú més descobreix. i també uns dies d’oasi, que rebenten per un moment, un dia de dinar llenties en què un missatge no acaba d’arribar mai i m’atabala i em treu la gana i la son. i quan arriba és en forma de jeroglífic, però com que ja estem acostumats a aquesta merda a casa nostra, doncs a callar i a creure.

    i al juliol rellegeixo una vegada rere altra les cartes que guardo en una carpeta verda i em fan plorar de debò i penso que això tan bonic ni m’ho mereixo. i aquests papers de colors amb lletra adolescent desordenada em resulten tan intensos que els guardo com un tresor, entre tarda i tarda mirant el sostre de l’habitació.

    diagnòstics, pronòstics i por. a l’agost la u torna en forma d’ells i en forma de nosaltres, i en forma de cançó i de mirada i de complicitat. i pugem la peña montañesa i penso que és meravellós haver coincidit amb gent així en algun moment de la vida: d’abans, d’ara i de demà.

    i, malgrat tot, marxem tots quatre, destí bèlgica, en una aura d’incertesa, on l’única cosa de debò és que ens tenim per afrontar-ho: el que passi, tal com passi. i quan torno es mor la lídia, així de cop, i em miro el piano sense gosar tocar cap tecla. recordo la darrera conversa que vam tenir, dia rere dia i l’absurd de viure em pesa més que mai. i desitjo no haver de viure mai de la vida el dolor que intueixo en els ulls de la seva germana.

    una nit que sopàvem junts a la terrassa els explico a ells que el pare té càncer. que jo que sé i que no vull que res canviï però que, en fi, la vida és així. i, amb les respostes que no m’agraden, decideixo dir adéu a alguna cosa que vaig ser i compartir. i, amb les respostes amb què em sento bé, ratifico que vull que hi siguin, que vull que formin part d’això que vaig fent i vivint com puc.

    del setembre recordo vagament la diada i adonar-me que queda un mes per xile. i em cago perquè el context familiar em fa por i se m’escapa del control. però també ha estat un mes de retrobaments amb gent mig desconeguda i ha estat guai tot i anar-se difuminant amb els dies. i també retrobaments imprescindibles, de soledats imposades però ara compartides, d’abraçades vitals i necessàries i de mans esteses per dir que sí, que aquí estem, malgrat no ens ho diguem cada dia de la vida.

    i l’onze d’octubre enfilo mig despistada rumb a l’altre costat de l’atlàntic, després de plorar d’alegria perquè el pare no es mor, de moment. y resulta que la encuentro a ella, recién llegada de brasil con su sonrisa, sus pecas y su gran mochila. y resulta que menos mal que no sirvió de nada el seguro de anulación de vuelo, porque me cruzo con tantas personas y cosas maravillosas que ya po, weon. i resulta que ella és increïble i que dono gràcies a déu perquè la vida ens ha portat en vol directe d’almeria a santiago sense cap turbulència i amb un amor que esclata en cada moment compartit durant tots aquests anys. y flipo en cada instante con la vida, con las casualidades, con el camino, con el fluir y me río sola en tantos momentos que a veces me siento medio borracha.

    i al tornar s’obra un novembre pletòric i em retrobo amb meritxell, amb drexler i amb el kmpí de cabana sorda i és una bogeria perquè sembla que els anys no hagin passat des de u. i descobreixo, de nou, aquella sala de concerts i desitjo amb totes les meves forces que me lleve en un cometa, perquè BUA. bua i totes les conseqüències i seqüeles emocionals que em queden i em dol asseure’m amb ell i explicar-li que una de dos: o ell és imbècil o ho sóc jo. o les dues, quién sabe, i m’atabalo i m’encongeixo i ja està.

    ara he decidit que per sempre vull portar fulard i m’ho gravo a la pell, mentre ell riu sense parar i diu que és potent, potent. però ho diu tantes vegades a la vida que ja no sé quan creure-me’l. però me’n ric i l’estimo mazo.

    el desembre comença amb la normalitat de qui no vol rebre cap correu de barcelona i en rep i es disparen alarmes i patim totes, però en va: tot segueix sent normal i ens traiem el pes de sobre, mai la rutina sossa ens ha semblat tan bonica. el desembre d’enclaustrament, de veure perillar la universitat amb tota la indiferència del món, de saber i voler perdre el temps. no em sento sola, però estic agafant el gust a estar-ho. aquest cop ho he triat i m’apassiona no fer res i deixar que la vida i les coses em flueixin pel cap. potser ja he deixat d’atabalar-me i d’encongir-me i, al final, t’he deixat anar. ara vaig intentant que per sempre.

    el desembre acaba amb amb uns dies estranys, plens de vida: de massa patxaran, de hàmsters rodant com bojos i nosaltres rient com boges i de mans molt fredes que juraria que són impossibles d’escalfar, però que m’agraden.

    i de fer el que em dóna la gana, ara de manera una mica egoista, però sentint que necessària. de pocs nadals i poca família extensa, de companyia de qui sí que hi ha de ser, de posar el cap a la teua falda mentre em toques els cabells. i allà sí que m’hi vull quedar per sempre.

    avui ha vingut a dinar a casa ella i ara pensava que a estones ens odiem i ens tenim mania i necessitem distanciar-nos i, després, tot és normal i no ens ho demostrem gaire però ens estimem molt.

    també pensava que les coses poden canviar molt d’un dia per l’altre i la conversa d’aquesta tarda m’ha convidat a pensar-hi més profundament. crec que tan profundament que m’ha fet plorar quan mirant un calendari a massa temps vista. pensava que igual al desembre que ve ja no hi som o que potser no hi som demà o passat. i, amb això, he recordat el somriure de l’ares, una altra vegada, perquè és de lo més bonic que m’ha passat fins a dia d’avui.

    que la vida és meravellosa, sens dubte. i que la intensitat dels moments bons és increïble per saber que volem viure, però la intensitat dels moments de merda és la que ens demostra que estem prou vius per poder-los sentir.

    i, a partir d’aquí, sobre la marxa.

    només demano que el 2019 ens deixi crear, sentir i estimar tan fortament com ho ha fet aquest 2018.

  • ‘ja no sóc qui vas conèixer’

    com a resposta
    com a explicació
    com a justificació
    com a puta excusa
    com sempre

    com si jo sí que seguís sent aquella que et va conèixer

    que quan parles mai parles clar. mai és veritat, ni és mentida.
    mai és.
    mai saps ben bé què. mai sé ben bé què.
    excepte pels teus ulls, que a vegades acaben xerrant més que la teva boca i me lies.

    però crec que suficient per ara. que la imatge la teva cama tremolosa sobre el meu sofà fa
    que no m’alegri de les bones notícies
    que em siguin indiferents les dolentes
    que totes les cançons parlin de tu
    que no entengui el món en tota la nit
    que, a estones, torni a sentir el cor encongit

    que t’enyori: al d’ahir, al de fa 3 mesos, al de fa 10 anys.
    a tots.
    i jo no vull.

    ja no vull jugar més, aquest joc és una merda i només fas que trampes quan baixo la guàrdia – encara que sabem totes que sempre ho negaràs. ja en tinc prou: avui em fas més mal del que vull suportar.

  • que me lleve en un cometa

    tothom ha retirat i el menjador s’ha quedat buit. només quedem l’Oscar i jo, que em faig la romancera perquè no vull que s’acabi allò que estem vivint. de lluny se sent la cridòria, però nosaltres seguim aliens a allò que no és la nostra rialla: sembla que ho hem aconseguit, sense saber ben bé què és allò que volem aconseguir.

    “cantem alguna cosa, va“.

    i mentre sonen els primers acords d’un Drexler que ja ha assumit que todo se transforma, arriba l’Albert i n’improvisa la bateria amb dues culleres i una motxilla. jo aguanto entre les mans la samarreta nova i coneguda de cal·ligrafia desordenada i groga i acaba la cançó: y que sea lo que sea. crec que ser feliç no és gaire més que allò.

    la porta està mig oberta i, en el nostre silenci, entra l’Aleix, que remena la motxilla. “què més podem cantar?”. l’Oscar segueix potinejant entre cordes i l’Aleix (que sembla que ja ha trobat allò que buscava o no, perquè, en realitat, mai saps ben bé) seu al costat de l’Albert. entra i surt l’Alba, entra i surt el Paraguaio. entra i es queda el Carles. tanca la porta. pul·lula com si allò no anés amb ell.

    hi ha una petició, l’Oscar s’hi nega.

    aparentment.

    però sembla que flueix i comença a tocar les notes d’una melodia que jo desconec.

    ells la canten a quatre veus. a quatre veus amb una complicitat que espanta i, per un instant, tota l’energia de l’univers es torna a concentrar allà dins. el temps para i retrocedeix. i, de cop, desapareix l’enyorança d’aquells dies de KMP perquè són allà, al meu abast. no ho enyoro: ho visc.

    ho visc l’instant que dura la cançó, i demano molt fort que no s’acabin mai aquells acords.

    uns acords que, de nou, recull Meritxell, en una incansable lluita per eliminar les utopies i els somnis: sentim que ja són realitats construïdes. a base d’anys, d’amor, de contracorrents, de renúncies, d’apostes, de compromís, de rialles, de somriures, de llàgrimes, de crits, d’abraçades, de mirades, de quilòmetres, de cervesa, de cels, de cims, de dubtes, de justificacions, d’angoixa, de felicitat. de fites al camí.

    de complicitats: fortes, sinceres, estranyes, convençudes.

    i em sento la persona més afortunada de totes i se m’oblida, fins i tot, de com es respira, de com es plora, de com es riu. avui és meravellós, per fi, poder tornar a ser públic privilegiat de la Sala U*, del concert de les nostres vides.

    y le pido al dibujante que me lleve en un cometa.

  • Ya po, Chile: Ríe chinito

    ríe en la noche y achina los ojos morochos más lindos que vi. luego yo intuyo tus margaritas como si mirara las mías en el el espejo y tu sonrisa llena el silencio de una larga noche en que tus manos duras no consiguen encender el fuego. y a este paso ninguna chaqueta se secará y, mañana, tendrás que dejarme tú alguna que huela a saltos ágiles entre raíces, barro y gotas de agua… sube la montaña, mañana quizás bajará: ‘Confía en mí’

    y parece que la noche es rara y que soy bonita y que mi energía es un desastre y que hablamos de volcanes y cascadas. bostezo.

    llueve a cántaros y si me duermo me da rabia, por el placer de taparme hasta la cabeza para sentir el calor del nido. que dos días pasan en nada, me repito, medio incómoda y a escondias.

    y me roza la rodilla sin querer(lo evitar) cuando mete quinta y al reír, la tenue luz de las cortas medio fundidas le marca los claroscuros de las mejillas y me da risa pensar que, otra vez, en dos días desaparició cualquier rastro de cicatriz del sur.

    y me gusta de verdad, creo, pero se que será cosa del tiempo y del camino y que aprendré a desprender porque la vida va un poco de esto, y que ríe chinito, se rie y yo lloro porque el chino ríe sin mí. bueno, intento que no y digo que lo estoy consiguiendo.

  • Ya po, Chile: flaca

    yo era muy fan de la estufa de queroseno, porque era el único espacio donde se me calentaban los pies, helados por el ambiente frío de la cabaña. bueno, en realidad, me daba un poco de rabia, porque justo enfrente teníamos una estufa de leña apagada, que hubiese calentado mucho más: mis pies, mi nariz y todo el espacio en general. y porque, además, me gusta bastante el ruido de la leña crujiendo entre llamas. y, sobretodo, también me gusta bastante que me toquen el pelo suavemente mientras miro sin mirar las partículas de polvo que flotan en el aire y suena en aleatorio andrés calamaro.

    pero lo que más me gustó fue la soledad del salón, mientras escribía cosas sin sentido en boli rojo, con la cabeza lejos y la luz verde latiendo rápido. quizás por una sonrisa con los ojos o quizás por un tatuaje feo que todavía no conocía.